En ambientes de pequeñas empresas u oficinas con más de un servidor cada día es más sencillo bajar los costos en hardware y mantenimiento como asi también tener un plan de contingencia con recursos necesarios implementando la virtualización de varios servidores en una sola máquina física a través de la tecnología KVM (Kernel-based Virtual Machine).
En la distribución Ubuntu Server se dispone desde el propio instalador la opción "virtual Machine Host".
Si optamos por realizar nosotros mismos esa instalación para ver qué paquetes y dependencias se instalarán disponemos del meta paquete ubuntu-virt-server :
sudo apt install ubuntu-virt-server
Para asegurarnos que nuestro procesador soporta virtualización ejecutamos:
egrep -c mvx /proc/cpuinfo
en caso de tener procesador AMD reemplazamos mvx por svm
Así mismo, para comprobar si podemos utilizar un SO de 64 bits ejecutamos:
egrep -c lm /proc/cpuinfo
Como se observa en la imagen los dos cores soportan virtualización y son de arquitectura x64.
Para comenzar la instalación de nuestras máquinas virtuales comprobamos si nuestro usuario pertenece al grupo libvirtd:
# groups
Instalamos el paquete virtinst que nos permite manipular la creación y replica de discos
sudo apt install virtinst
chequeamos si esta instalado el paquete virt-viewer que nos muestra la ventana de la VM a través del protocolo vnc
Prestar ATENCIÓN que para no tener inconvenientes de denegación de acceso a las imagenes ISO e IMG deben estar en /var/lib/libvirt/images/
Si por alguna razón tenemos que volver a crear esta vm tenemos que removerla del hypervisor.
Listamos las vm:
# sudo virsh list
Observamos que la vm WebServer esta corriendo por lo que primero debemos apagarla con el parámetro "destroy" y luego removerla con el parámetro "undefine:
#sudo virsh destroy WebServer
#sudo virsh -c qemu:///system undefine WebServer
Recreamos la misma VM (observar que si estamos logeados por ssh al servidor host debemos poner el parámetro -Y o -X para que vnc pueda desplegar la ventana de la VM)
En este caso con F4 vamos a seleccionar una facilidad que nos brinda Ubuntu que es "instalar una VM minima"
Configuramos la VM para que inicie automáticamente con el host
#sudo virsh -c qemu:///system autostart WebServer
A partir de aqui ya podremos conectarnos y configurar el servidor en la VM de la forma tradicional por ssh:
Trabajando con ubuntu 16.04 se me ocurrió ripear un cd de música para reproducirlo desde el pendrive.
Para ello instalé ripperX intentando hacer las cosas fáciles y sencillas. Ninguna de las dos cosas sucedieron, por alguna razón ripperx no se llevó bien con cdparanoia ni menos con lame.
La solución siemre es la terminal.
primero ripeamos el audio:
# cdparanoia -B
simplemente le indicamos qcon -B que procese en lotes el total de tracks.
y veremos la progresión del ripeo.
Luego lo comprimimos a mp3. podemos hacerlo track por track:
# lame -V0 track16.cdda.wav track16.mp3
o con un one line script:
# for file in *.wav; do $(lame -V0 “$file” “${file%.wav}.mp3”); done
en ambos casos con el parametro -V0 le indicamos que calcule el mejor bitrate variable.
Ingredientes : zanahoria, morrón y cebolla.
condimentos : laurel, pimienta, 1 taza de vinagre.
Cocinás en ese orden en más ó menos 2 tazas de aceite, en mitad de la cocción poner la taza de vinagre más 1 taza de agua.
Aparte hervir 5' la trucha cortada, la enfrias y cuando lo anterior esté casi cocinado agregar la trucha en trozos chicos
Entonces apareció el zorro:
-¡Buenos días! -dijo el zorro.
-¡Buenos días! -respondió cortésmente el principito que se volvió pero no vió nada.
-Estoy aquí, bajo el manzano -díjo la voz.
-¿Quién eres tú? -preguntó el principito-. ¡Qué bonito eres!
-Soy un zorro -dijo el zorro.
-Ven a jugar conmigo -le propuso el principito-, ¡estoy tan triste!
-No puedo jugar contigo -dijo el zorro-, no estoy domesticado.
-¡Ah, perdón! -dijo el principito.
Pero después de una breve reflexión, añadió:
-¿Qué significa "domesticar"?
-Tú no eres de aquí -dijo el zorro- ¿qué buscas?
-Busco a los hombres -le respondió el principito-. ¿Qué significa
"domesticar"?
-Los hombres -dijo el zorro- tienen escopetas y cazan. ¡Es muy molesto! Pero
también crían gallinas. Es lo único que les interesa. ¿Tú buscas gallinas?
-No -díjo el principito-. Busco amigos. ¿Qué significa
"domesticar"? -volvió a preguntar el principito.
-Es una cosa ya olvidada -dijo el zorro-, significa "crear vínculos...
"
-¿Crear vínculos?
-Efectivamente, verás -dijo el zorro-. Tú no eres para mí todavía más que
un muchachito igual a otros cien mil muchachitos y no te necesito para nada.
Tampoco tú tienes necesidad de mí y no soy para ti más que un zorro entre
otros cien mil zorros semejantes. Pero si tú me domesticas, entonces tendremos
necesidad el uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo, yo seré para
ti único en el mundo...
-Comienzo a comprender -dijo el principito-. Hay una flor... creo que ella me ha
domesticado...
-Es posible -concedió el zorro-, en la Tierra se ven todo tipo de cosas.
-¡Oh, no es en la Tierra! -exclamó el principito.
El zorro pareció intrigado:
-¿En otro planeta?
-Sí.
-¿Hay cazadores en ese planeta?
-No.
-¡Qué interesante! ¿Y gallinas?
-No.
-Nada es perfecto -suspiró el zorro.
Y después volviendo a su idea:
-Mi vida es muy monótona. Cazo gallinas y los hombres me cazan a mí.
Todas las gallinas se parecen y todos los hombres son iguales; por
consiguiente me aburro un poco. Si tú me domesticas, mi vida estará
llena de sól. Conoceré el rumor de unos pasos diferentes a todos los
demás. Los otros pasos me hacen esconder bajo la tierra; los tuyos me
llamarán fuera de la madriguera como una música. Y además, ¡mira! ¿Ves
allá abajo los campos de trigo? Yo no como pan y por lo tanto el trigo
es para mí algo inútil. Los campos de trigo no me recuerdan nada y eso
me pone triste. ¡Pero tú tienes los cabellos dorados y será algo
maravilloso cuando me domestiques! El trigo, que es dorado también, será
un recuerdo de ti. Y amaré el ruido del viento en el trigo.
El zorro se calló y miró un buen rato al principito:
-Por favor... domestícame -le dijo.
-Bien quisiera -le respondió el principito pero no tengo mucho tiempo. He de buscar amigos y conocer muchas cosas.
-Sólo se conocen bien las cosas que se domestican -dijo el zorro-. Los
hombres ya no fienen tiempo de conocer nada. Lo compran todo hecho en
las tiendas. Y como no hay tiendas donde vendan amigos, los hombres no
tienen ya amigos. ¡Si quieres un amigo, domestícame!
-¿Qué debo hacer? -preguntó el príncipito.
-Debes tener mucha paciencia -respondió el zorro-. Te sentarás al
principio ún poco lejos de mí, así, en el suelo; yo te miraré con el
rabillo del ojo y tú no me dirás nada. El lenguaje es fuente de malos
entendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca...
El principito volvió al día siguiente.
-Hubiera sido mejor -dijo el zorro- que vinieras a la misma hora. Si
vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde; desde las tres yo
empezaría a ser dichoso. Cuanto más avance la hora, más feliz me
sentiré. A las cuatro me sentiré agitado e inquieto, descubriré así lo
que vale la feliçidad. Pero si tú vienes a cualquier hora, nunça sabré
cuándo preparar mi corazón... Los ritos son necesarios.
-¿Qué es un rito? -inquirió el principito.
-Es también algo demasiado olvidado -dijo el zorro-. Es lo que hace que
un día no se parezca a otro día y que una hora sea diferente a otra.
Entre los cazadores, por ejemplo, hay un rito. Los jueves bailan con las
muchachas del pueblo. Los jueves entonces son días maravillosos en los
que puedo ir de paseo hasta la viña. Si los cazadores no bailaran en día
fijo, todos los días se parecerían y yo no tendría vacaciones.
De esta manera el principito domesticó al zorro. Y cuando se fue
acercando el día de la partida:
-¡Ah! -dijo el zorro-, lloraré.
-Tuya es la culpa -le dijo el principito-, yo no quería hacerte daño,
pero tú has querido que te domestique...
-Ciertamente -dijo el zorro.
- ¡Y vas a llorar!, -dijo él principito.
-¡Seguro!
-No ganas nada.
-Gano -dijo el zoro- he ganado a causa del color del trigo.
Y luego añadió:
-Vete a ver las rosas; comprenderás que la tuya es única en el mundo. Volverás a decirme adiós y yo te regalaré un secreto.
El principito se fue a ver las rosas a las que dijo:
-No son nada, ni en nada se parecen a mi rosa. Nadie las ha domesticado
ni ustedes han domesticado a nadie. Son como el zorro era antes, que en
nada se diferenciaba de otros cien mil zorros. Pero yo le hice mi amigo y
ahora es único en el mundo.
Las rosas se sentían molestas oyendo al principito, que continuó diciéndoles:
-Son muy bellas, pero están vacías y nadie daría la vida por ustedes.
Cualquiera que las vea podrá creer indudablemente que mi rosa es igual
que cualquiera de ustedes. Pero ella se sabe más importante que todas,
porque yo la he regado, porque ha sido a ella a la que abrigué con el
fanal, porque yo le maté los gusanos (salvo dos o tres que se hicieron
mariposas ) y es a ella a la que yo he oído quejarse, alabarse y algunas
veces hasta callarse. Porque es mi rosa, en fin.
Y volvió con el zorro.
-Adiós -le dijo.
-Adiós -dijo el zorro-. He aquí mi secreto, que no puede ser más simple : sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos.
-Lo esencial es invisible para los ojos -repitió el principito para acordarse.
-Lo que hace más importante a tu rosa, es el tiempo que tú has perdido con ella.
-Es el tiempo que yo he perdido con ella... -repitió el principito para recordarlo.
-Los hombres han olvidado esta verdad -dijo el zorro-, pero tú no debes
olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Tú
eres responsable de tu rosa...
-Yo soy responsable de mi rosa... -repitió el principito a fin de recordarlo